sábado, 25 de agosto de 2012

Mis golpes al ego (segunda parte)

Ya habiendo iniciado en el blog anterior el tema, continuaré con algunos otros golpes que ha recibido mi orgullo. Uno que recuerdo con gran precisión y que en verdad me dolió mucho fue la primera vez que acudí a un billar. El sitio: el recreo de coyoacán, pero no era como lo conocemos actualmente. En ese entonces las puertas que tenía eran de madera estilo cantina, hasta recuerdo como rechinaban las bisagras al entrar. Lo primero que vi fue una enorme nube de humo de cigarro que cubría todo el lugar y en la primera mesa (de carambola por cierto) estaban disputándose un partidazo entre dos excelentes jugadores que llegué a conocer con el paso de los años. Pero en esta ocasión yo iba acompañado de tres amigos con los que me llevaba en ese momento. Esa era la primera vez que tomaba un taco de billar en la vida. Mis amigos más experimentados que yo en ese deporte obviamente me pusieron una arrastrada ese primer día. Ciertamente que no cometía los errores típicos del novato (o al menos no con la frecuencia con la que suelen suceder), pero fueron muy pocas las bolas que pude meter en la buchaca. Ni siquiera sabía a ciencia cierta de que trataba el juego. Acostumbrado a por lo menos siempre dar batalla, el hecho de no estar ni cerca de ser bueno me hizo sentir sumamente indignado. realmente no tenía razón para sentirme de esa manera pues era la primera vez que practicaba el billar. Como de verdad me enojó mucho que mis amigos fueran mejor que yo, acudí una o dos horas diarias por la tardes por unas dos o tres semanas. Me dedicaba a ver a las personas jugar para poder aprender a tomar el taco, a pensar las jugadas, a poder golpear las bolas. Después acudía con un amigo y ya le daba más batalla al menos.Fuimos dos o tres veces por semana por un año aproximadmente, se convirtió en parte de nuestra recreación cotidiana. Realmente la primera vez que le gané un partido, me sentí contento. Y no se diga cuando lo he dejado sin meter una sola bola, en algo que denominamos "la máxima humillación del billar" y que sólo he podido lograr dos veces (con este amigo, las otras no cuentan ya que realmente no son competencia). Cuando más o menos conocimos nuestro juego y no éramos tan malos, comenzabamos las apuestas. Empezamos a apostar entre nosotros y el que perdía pagaba el tiempo que jugáramos. Después comenzamos a apostar con extraños y nos fue relativamente bien. Era poco común, pero cuando llegábamos y estaba ocupada nuestra mesa, nuestro actuar era retar a los que estuvieran en esa mesa y el que perdiera pagaba todos los juegos. Afortunadamente ganábamos más que perdiamos. Era fascinante jugar billar, es una de las cosas que más disfruto. Me gusta jugar fino, con precisión y no con fuerza como al principio veía que jugaban mis amigos. Incluso me compré un libro de "fundamentos del juego de billar" que ciertamente no me enseñó mucho, pero sí aprendí a jugar con las bandas. Nuevamente superé la prueba.

Hasta ese momento había enfrentado con éxito todos los obstáculos que me había topado. Sin embargo uno que recuerdo y que de plano no he superado es cuando jugué boliche. Nunca me había llamado la atención aquel juego y la vez que fui fue una experiencia sumamente desagradable. En primer lugar fui con otras tres personas en una especie de cita doble. Acabábamos de ir al cine y surgió la idea de ir al boliche, así que emprendimos el camino. Una vez que llegamos a lo primero que me enfrenté fue a que tuve que rentar unos zapatos, cosa que me dio muchísimo asco y me hizo sentir muy incómodo el resto del juego. Al empezar a jugar cuál fue mi sorpresa que descubri que soy malísimo!! Es más recuerdo en los primeros tiros que ni siquiera tiraba pino alguno sino que se iba por el canal. Una cosa es quedar en ridículo enfrente de tus cuates y otra muy diferente enfrente de alguna chica. Como consejo, jamás lleves a una chica a un ambiente que no controles, en este caso, un deporte al que no estás acostumbrado. Mala idea. Después de aquella ocasión en que hice un tremendo ridículo no me quedaron ganas de volver. Sí he regresado, pero no juego. No se si sea el hecho de tener que compartir zapatos con no se quien o de que quedé en ridículo enfrente de una chica (en realidad 2) , pero al contrario de lo que ha pasado con otras circunstancias de mi vida, esta vez no decidí enfrentar el reto. Huí descaradamente y hasta la fecha evito acudir a ese tipo de lugares. Sencillamente es algo que no disfruto. No le di la oportunidad, pero en verdad fui muy malo. Ya mencioné en mi blog de generalidades del origen del ego del medico que se creen totipotenciales, pues nunca han experimentado de verdad fracasos importantes. Bueno, pues yo me creía así hasta esta ocasión del boliche. Aquí me di cuenta que uno puede tener fallas y no es bueno en todo. Tanto asi que no lo volví a intentar jamás. Ese golpe, aunque risible para algunos, representó para mí la primer cosa que no pude hacer bien.

De allí daré un salto enorme hasta 2007 en el internado, donde conocí a una internista, de apellido García que me dió un golpe que me dolió, pero por tratarse de un golpe académico. Me dijo textualmente "tú no vas a ser internista, se ve que no te gusta leer". Confieso que quizás académicamente tuve un año difícil en 2007, pero no estaba tirado a la ignorancia. De hecho considero que hice un muy buen trabajo en particular en la rotación de Medicina Interna. De hecho me gustaba mucho ir en la madrugada a pasar visita con el Dr Gutiérrez incluso cuando yo no estaba de guardia (ayudaba que vivia a 5 minutos del hospital). Disfrutaba mi rotación en Medicina Interna y pasaba hasta tiempo de más en esa área. De hobby me ponía a hacer historias clínicas  en las noches y comentarios en la madrugada para poder dárselos a revisar al Dr Gutiérrez.  Cuando esta doctora me hizo ese comentario sí que me dolió, pues además me lo hizo cuando me preguntaba cosas que no tenía porqué saber a ese nivel. Yo era apenas un interno y me preguntaba cosas muy específicas que la verdad no recuerdo. No se si fue su manera de decirlo o el desprecio en su tono, pero cuando me inscribí para la especialidad de Medicina Interna un año después en mi mente dije "¿conque no voy a ser internista?" con algún tinte despectivo. Lo cierto fue que lo que me dijo, aunque me molestó, finalmente me ayudó pues sí me puse a leer más y ahora estoy a punto de acabar la especialidad. Como sea, aun pienso que fui mal juzgado por esta doctora, pero años después tuve mi revancha académica y como suelo hacerlo en esas situaciones, no tuve el menor reparo en restablecer mi orgullo tomando una pequeña venganza en una ponencia en la que me tocó verla y la acabé académicamente y se tuvo que tragar sus palabras.

Así pues, el boliche y esta internista me acertaron los golpes al ego más duros que recuerde. A veces hasta me pregunto si no estaré en esta especialidad solo porque me dijeron que no podría (ya que mi vida se ha manejado a base de retos), pero ya analizándolo detenidamente, yo ya era internista desde antes, pero eso lo hablaré posteriormente. Hasta aqui por ahora

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